Autodefensas, con 20 cárceles clandestinas

Skorpio 15.02.14 0:53

Uniformes de federales y casacas de Templarios se observan en el patio de esta casa de seguridad utilizada como centro táctico de autodefensas. Allí, los detenidos hacen trabajos de cocina y de limpieza

viernes, 14 de febrero de 2014

Al menos 20 “cárceles” clandestinas fueron instaladas por autodefensas michoacanas durante los últimos tres meses, en especial antes de aceptar institucionalizarse y del arranque de operativos conjuntos con fuerzas federales. Ahí han sido encerrados principalmente punteros detenidos durante rastreos en los pueblos tomados.

La mayoría eran adolescentes o jóvenes que habían sido enganchados por los Caballeros Templarios para realizar labores de informantes o vigilantes, el peldaño más bajo en la estructura criminal.

Nadie tiene registro del número total de capturados por los comunitarios en el último año: ni los líderes del propio movimiento ni las autoridades de los tres niveles de gobierno.

Tras la incursión a una comunidad, la estrategia comunitaria en busca de los también llamados halcones ha consistido en realizar operativos en viviendas abandonadas o sospechosas y en lugares como cerros, veredas o brechas. Si alguien era detenido, se le trasladaba a casas de seguridad, donde los civiles armados han montado sus centros tácticos y donde pequeños cuartos sirven como cárceles furtivas.

Crónica logró ingresar a una de ellas, en el poblado de Antúnez, municipio de Parácuaro. Un espacio polvoriento de escasos tres metros cuadrados, con una sola ventana y una puerta estrecha.

Había ahí cuatro punteros, quienes pasaban la mayor parte del tiempo en el encierro, aunque por lapsos se les permitía realizar tareas de limpieza, cocina o servicio para los jefes del grupo.

Y cada cual contó su historia, la de los de abajo convertidos en Templarios…

EL NEGRO, 16 AÑOS. “Desde más chiquito trabajaba de cortador de toronja y pepino, pero el sueldo no alcanzaba para nada. Por necesidad me metí de puntero, luego me quise salir, pero me amenazaron y obligaron a estar ahí. ‘Si te vas, nos vamos a llevar a tus hermanas’, dijeron…”.

—¿Quiénes?

—Los Caballeros Templarios, principalmente varios dizque amigos del pueblo que ya estaban ahí.

—¿Y en tu casa sabían dónde estabas?

—Sabían todo, pero no había qué comer y por eso ya no la hicieron de tos.

—¿Cuánto ganabas?

—Dos mil pesos a la semana, trabajando 24 horas por 24 horas. En el día nomás repartía pilas y comida, y en la noche cuidábamos que ningún enemigo se acercara.

—¿Estabas armado?

—No, nunca me dieron arma. La pedí, pero no me la dieron.

EL LOCO, 18 AÑOS. “Yo estudiaba en la sabatina y de repente me iba al campo, pero el trabajo estaba pesado y por nada. A veces no hay otra opción que meterte con los criminales. A mi jefe le decían El Mayor. Mi familia no estaba de acuerdo, pero como aportaba con los gastos, pues se quedaban callados… Ahora estoy aquí, con los autodefensas: y a veces me dejan salir para hacer el aseo o recoger la basura…”.

—¿Te han maltratado?

—Nada.

—¿Recibes presiones para que digas que todo está bien?

—No, señor, aquí nada de maltrato.

—¿Hablan con ustedes?

—Sí, platicamos de cosas normales, pero no nos pegan, estamos tranquilos.

—¿Qué puedes contar de Los Caballeros Templarios?

—No me daba cuenta de nada, el trabajo de punteros es muy aparte; ellos se guardaban sus secretos. Ni siquiera sé cuántos punteros éramos y sólo hice amistad con mi relevo, porque trabajábamos 12 horas por 12.

—¿Y los jefes Templarios te maltrataron?

—Esos sí, por cualquier falla. Si se te pasaban los reportes era castigo seguro.

—¿Cuál?

—Golpear a uno, cachetearlo y amarrarlo.

—¿En qué consistía tu trabajo de puntero?

—Checar las unidades de militares y del gobierno, del que pasara; había que investigar de dónde venían y a qué parte iban.

—¿Y nunca pensaste en salirte?

—Sí, pero mi familia estaba amenazada.

EL GORDO, 18 AÑOS. “Cuando entré al cártel dijeron que me pagarían mil 500 pesos a la semana y me pareció muy bien, porque la familia estaba jodida, así que me salí de la escuela. Fue un amigo el que me invitó, yo le dije que sí, pero jugando; cuando me llamó, quería echarme para atrás, pero él dijo que aquí nadie se puede rajar y que no pasaría nada. Me pagaron los mil 500 las primeras veces, pero después me bajaron a mil que porque no hacía nada, hasta que tuve un accidente: choqué con la moto y me salí, tuvieron que enterrarme un fierro en el pie para poder caminar… Hasta ahí iba a parar, pero ellos fueron a mi casa y amenazaron con matarme si no les seguía trabajando. Por eso regresé y duré otros siete meses: trabajaba a la hora que me dijeran, no tenía horario y a veces me levantaban de madrugada. Lo que más hacía era llevarles comida y uno que otro día andar cuidando a los del gobierno, a ver qué hacían, pa’ dónde se movían y tenía que reportar por celular. Pronto los templarios comenzaron a golpearme y a darme de tablazos y hasta amenazaron con matar a mi hermano… Mejor huí… Duré dos meses fuera de Michoacán, hasta que llegaron los autodefensas y hablé con mi mamá: me contó que habían tenido una junta y que los comunitarios habían prometido no hacerme nada si me entregaba, y entonces le dije: si quiere voy… Me vine pa’cá y aquí estoy.

—¿Y con la policía alguna vez consideraste entregarte?

—No.

—¿Por qué?

—Ellos no llevan a la cárcel, nomás nos quieren sacar información, pero como uno no sabe nada, recibe puros golpes y te acusan de cosas que no hiciste.

—¿Y de verdad no sabes nada?

—Pues ni modo que los Templarios van a andar soltando sus cosas así nomás; saben que si te agarra el gobierno vas a decir que extorsionan y violan y no les conviene.

—¿Quién era tu jefe?

—No lo conocí de nombre, sólo de apodo: le decían El Teletón, quien a su vez recibía órdenes del jefe de los punteros.

—Entonces también te castigaban...

—Sí, con golpes, si uno se quedaba dormido en su casa o no les hacía caso. A mí me agarraban con un cable en la espalda o en la panza, sin ropa. Me desnudaban completito y decían que si volvía a pasar sería lo mismo.

—¿Sabes cuánto tiempo estarás aquí?

—Dicen los señores que hasta que no corramos ningún riesgo, hasta que el pueblo esté seguro, pero yo no me quiero ir…

—¿Ya te gustó el encierro?

—A lo que voy es a que no me voy a ir, deseo quedarme a apoyar el movimiento, ya estoy negociando con los autodefensas para que me acepten y me quede a luchar.

EL PUAS, 22 AÑOS. “Por mí fueron los de la autodefensa, pero les dije: si nomás trabajé tres semanas y la última ni me la pagaron, y eso lo hice porque ocupaba dinero. ¿En tan poco tiempo qué puedes saber de los Templarios? Además, no traje radio, sólo me dieron moto y celular, y cuando me salí del ajo, tiré todo, ellos sólo me dijeron que si quería irme tenía que meter a otro, y así lo hice: metí a un amigo y me dejaron salir, pero con la advertencia de que no me querían ver en el pueblo, y tuve que irme un rato con mi esposa y mi niño. Me fui pa’ Lázaro Cárdenas, luego volví y ya no me la hicieron de pleito. Los comunitarios fueron a sacarme de mi casa, estaba dormido porque trabajo en la papaya y llego hasta la noche.

—¿A qué te dedicabas antes de ser halcón?

—Al limón y al pepino.

—¿Cuánto ganabas en el campo?

—Cien o doscientos pesos diarios, dependía de las ganas que le echara uno.

—¿Y con los Templarios ganabas mucho más, no?

—Eeey… mil 500, pero fue por necesidad y rápido me salí.

FUTURO. Nadie sabe tampoco dónde están hoy aquellos arrestados: si fueron entregados a las instancias oficiales o liberados, si continúan retenidos en prisiones secretas o si, “arrepentidos y perdonados por la comunidad”, se incorporaron ya a la base de autodefensa.

Crónica

http://narcoterrorismomexico.blogspot.com.es/2014/02/autodefensas-con-20-carceles.html

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