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"En la mente de Florence Cassez", entrevista .
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"En la mente de Florence Cassez", entrevista .
Quiere hablar, que la gente sepa que no es una mala persona, que fue golpeada y torturada por Luis Cárdenas Palomino, que al exhibir a Genaro García Luna en televisión nacional fue castigada, que tiene al apoyo del presidente francés Nicolás Sarkozy y que lucha por su inocencia.
Florence toma un par de prendedores para el cabello, con flores blancas y los coloca a cada costado de su frente, se pone los aretes plateados que le regaló su papá, en la mano izquierda el reloj y un anillo que recibió de sus padres, en la derecha el brazalete que dice su nombre y una pulsera… se coloca un dije, plateado, como sus zapatos.
Ya son las 10 de la mañana y se acerca al área de visitas de esta cárcel, donde los custodios y las internas, hasta las que se ven más rudas, se muestran amables con ella. Su mejor amiga dice que la respetan porque ven cómo ha luchado por su inocencia. En prisión aprendió a hablar por completo el español.
Esta mujer, que fue directora en una tienda departamental en Francia, espera a lo lejos, a unos pasos de una puerta con barrotes, junto a una escalera, a una sola visita. Pasan los minutos… va a hablar por teléfono… por un instante cree que las siete horas de ese sábado las pasaría sola.
Quiere hablar aunque sabe que sus palabras recibirán castigo, se declara lista para recibir a todos los periodistas mexicanos, “vengan, pregúntenme, les voy a responder”, piensa primero y luego lo desliza.
De repente le llaman. Entra a la zona de visitas, un salón de unos 40 metros de largo por 25 metros de ancho, tiene largos ventanales que muestran canchas de básquet y voleibol donde comienza a crecer la hierba, las paredes con la pintura desprendiéndose y las rejas. Aún así se alcanza a ver los techos de varias casas cercanas al penal.
Hay una pequeña tienda con reja en una esquina y mesas y sillas de plástico, como las que usan en los botaneros con las leyendas “coca cola” y “sol”. Florence ve a su visita y sonríe. “Café o té”, ofrece de inmediato. En un par de horas el salón se llena y los gritos de un par de niños apagan el murmullo de los demás.
En la mesa Florence recibe un par de cajetillas de cigarros, dos tarjetas telefónicas, una tarta de frutas y un libro, el de la periodista francesa Anne Vigna. Se sienta a un costado de la entrada al salón. Entonces, dice: “quiero que la gente en verdad me conozca”. Han iniciado las siete horas de entrevista.
Desliza su enojo contra la prensa mexicana. Afirma estar contenta de que las personas que la conocen están convencidas de su inocencia. “Sólo tienen mi cuerpo encerrado, mi mente está libre… aquí madure y aprendí, recibo amigos, hago planes, no sé cuándo pero sé que me voy a ir”.
Florence Cassez tiene los ojos azules. A veces pierde la mirada en el horizonte, algunas ocasiones mira con ternura y otras con esperanza… cada vez que defiende su inocencia esos ojos azules se llenan de furia, de dignidad y de lágrimas… solo quiere ser escuchada.
Después de un rato, de explicar las inconsistencias de su caso advierte:
“Ellos, los que me tienen aquí me han dado poder porque me dieron un nombre conocido, ahora siento una gran responsabilidad, tiene sentido mi vida y debo utilizar ese poder a favor de muchos que sufren injusticias en México. No callaré más.
“Lo político se lo dejó al presidente Nicolás Sarkozy, a mis padres y a los diputados de mi país, mis abogados luchan en lo jurídico, creo en el tribunal de La Haya y en la Corte Interamericana… ya no tengo miedo… he decidido dejar atrás el silencio y la pasividad, ahora voy hacia adelante”.
Florence Cassez se ve orgullosa cuando habla de las más de 3 mil cartas que ha recibido de gente que la apoya en México, Francia, Canadá, Argelia, España, Bélgica, Italia, Alemania, Marruecos y Japón. Dice:
“No hay nada seguro, debo vivir aquí y ahora, aquí debo empezar todo lo que debo hacer, ya no quiero pensar por mi sola, casos como el mío hay muchos. Hoy tengo todo el apoyo de mi presidente… si aquellos que me tienen aquí no lo entendieron ni modo… lo que me hicieron a mí lo hacen todos los días”.
- ¿Qué quieres decirle a los mexicanos?, se le pregunta.
- Que se debe ver más allá, que utilicen mi caso para todos los mexicanos que sufren injusticia, lo que me pasó le puede pasar a todos. El pueblo fue engañado. A los políticos les pido que utilicen mi caso para ayudar a los otros. Me dieron poder y lo voy a utilizar.
Cassez advierte las irregularidades que, afirma, hay en su caso.
“Además hay una enorme duda sobre si esas tres personas estaban secuestradas en el rancho. Además me dieron delito de delincuencia organizada, cuando Israel todavía no está sentenciado. Dónde está la delincuencia organizada, la constitución dice que deben ser tres personas como mínimo”.
De vez en cuando se queda callada, recuerda, piensa y luego hace notar que hay una larga serie de contradicciones en las declaraciones de los testigos.
- ¿Qué les dirías a los testigos?
- Que aquí aprendí que la vida da muchas vueltas, que no hagas algo que no te gustaría que te hicieran, no sé cómo pueden dormir con lo que hicieron. Ellos saben que no los traté, que nunca los vi. Vivir con una mentira de ese tamaño no es cualquier cosa. Yo viví un secuestro, esas 20 horas que me tuvo la policía, los entiendo, pero no fui yo quien los dañó.
“Tengo 10 mil preguntas que hacerles. No sé por qué la señora Cristina cambio su declaración… de Ezequiel primero dijo que nunca me vio, que solo un mechón del cabello y las caderas, ¿cómo puede decir que me reconoce? Cuando lo liberaron los policías dijo que le acababan de anestesiar el brazo, ¿quién lo hizo si yo llevaba 20 horas detenida en una camioneta?”.
- ¿Fuiste torturada?
- Luis Cárdenas Palomino me pegó para que dijera lo que él quería a las cámaras, nunca le importó que hubiera medios. Para ese momento ya habían pasado 20 horas desde que me detuvieron. No había dormido, tenía frío, no entendía a lo qué él quería llegar, las groserías que me decía las desconocía.
“Ya en la camioneta, estaba sentada junto a Israel Vallarta, a un lado estaba un AFI. Le dije: Usted me podrá pegar todo lo que quiera pero jamás voy a decir lo que usted quiere”. Levantó el puño y me amenazó. Intervino el policía para que no lo hiciera, yo temblaba muy fuerte, entonces me dio otras bofetadas”.
- ¿Qué pasó en la SIEDO?
- Fue terrible, me desnudaron cinco veces. Nunca había una mujer cerca, me ordenaban: date la vuelta, agáchate y abre las nalgas. Me tomaron las huellas. En un cubículo me dijeron que Israel ya había dicho que yo era la jefa de la banda y la dueña del rancho. Llegaron tres policías y se burlaron de mí.
“Después un hombre llegó a video grabarme. Cinco preguntas:
Nombre, edad, originaria, porque delito vienes, a cuantas personas secuestraste, nunca respondí las últimas, fueron como tres horas, me insultaron porque nunca iba a decir lo que querían”.
“Más tarde una mujer comenzó a teclear, no recuerdo si en una computadora o en una máquina de escribir. Me preguntó que cocinaba, le dije que no sabía, que era Israel era quien cocinaba. Me dio unas hojas y me dijo que las firmara. Eran mis dichos cambiados a su manera y a los cuales agregaron cosas
“Estaba muy cansada, con hambre y sueño, había sido golpeada. Empecé a pedir un café y un cigarro. Me dijeron firma y te los damos. Entonces firme, me arrepiento. Un señor firmó, era mi abogado de oficio que nunca se presentó y también Raúl Julián, el traductor, pese a que se había negado al inicio porque no estuvo presente, pero al ser amenazado firmó. En las celdas vi a Israel ensangrentado a punto de ahogarse con su vomito. Nos obligaron a los dos nuevamente a desnudarnos. Fue humillante”.
Describe el centro de arraigos como un hotel acondicionado, con paredes blancas y una cámara en el centro del techo, un baño y una regadera. Solo salían para desayunar, comer y cenar, con las manos cruzadas en la espalda y con la cabeza abajo, en fila, mujeres y hombres, los escoltaba un grupo de policías federales.
En el comedor no podía hablar con la persona de al lado, ni levantar la cabeza, que comían mientras los vigilaban muchos policías encapuchados.
- ¿Hoy tienes miedo?
- Lo tuve durante mucho tiempo. Hoy estoy dispuesta a todo. Es mi historia, es la verdad, me sentí liberada con mi libro (“A la sombra de mi vida”, “A l’ombre de mi vie”, en francés) ¿Qué pueden hacer, matarme? Prefiero morir de pie que vivir agachada… no me voy a callar.
- ¿Tienes rencor a México?
- Contra México no. Hago una gran diferencia, separo muy bien lo que es el gobierno, la policía y la corrupción, del pueblo, el mexicano es noble, es bueno, aquí descubrí gente maravillosa, el mexicano corta el pan para darte la mitad. Saben bien lo qué pasa en el país, fueron engañados en mi caso con la detención, con el montaje.
- ¿A Israel Vallarta?
- Nunca lo ame, hace tiempo que deje de culparlo de lo que me pasa, lo culpe mucho tiempo.
Se pone seria cuando habla de Eduardo Cuauhtémoc Margolis Sobol, empresario de seguridad que sirvió para el Mosadd israelí, ex socio del hermano de Florence y con quien tuvo un pleito legal por diferencias en un negocio y que también establecía relaciones comerciales con Israel Vallarta, ex novio de Cassez al momento de su detención.
“En el rancho mi cómo movían muebles, llevaron una tarjeta de presentación mía, cuando trabajaba con mi hermano y un policía me dijo: con esto Margolis te va a chingar… después en la SIEDO otro policía me dijo: Margolis te va a chingar.
- ¿Por qué crees que te detuvieron?
- El día 8, cuando me detuvieron por la mañana me dijeron que no tenían nada en contra mía, que yo me iba a trabajar, que sabían que no tenía nada que ver. Pero cambió todo por la madrugada, desde que ve detuvieron me tuvieron cerca del Monumento a la Revolución.
“Como a las cuatro o cinco de la mañana me llevaron al rancho, el cielo estaba negro y se veían muchas estrellas, no había tráfico, entonces me esposaron, empezaron las groserías. Esa pregunta me la he hecho todo este tiempo: ¿por qué estoy aquí?
“Nunca acepté los cargos, en su cara evidencie el montaje mediático de mi detención y puse en ridículo a Genaro García Luna, eso es lo que no me perdonan.
“Además fueron agregando cosas que aparecieron en los medios pero no en el expediente… es un caso político soy un chivo expiatorio… mi caso es una venganza, es para callarme, si me pasa algo se confirmará que tenían algo en contra mía y si hablo sé que algo pueda sucederme”.
- ¿Si tuvieras en frente al presidente Calderón y a Genaro García Luna qué les dirías?
- Separaría a las dos personas. Al presidente Calderón le diría que así como está el Tratado de Estrasburgo y la carta firmada por su puño y por qué no lo aplica y si busca repatriar a mexicanos presos en España y Estados Unidos, cómo quiere que la gente crea en su palabra si no cumple un convenio internacional.
“Al señor García Luna le diría que ¿por qué tanta mala fe? ¿Por qué se ensañan conmigo? ¿Por qué después de ese programa de Denise Mearker cambiaron los testimonios (de los testigos)? El señor García Luna no estaba presente el 9 de diciembre, el que me pegaba era Luis Cárdenas Palomino.
“No sé si Luis Cárdenas Palomino, que es su brazo derecho, le dijo mentiras a García Luna, por qué siguen más casos. Hoy vemos a la señora Luz María Dávila, la mamá de los dos jóvenes que murieron en la matanza de Ciudad Juárez y a Guadalupe Meléndez la madre del presunto homicida, las dos van de la mano gritando injusticia, exigen que dejen de fabricar culpables. Mi caso no es el único”.
Las siete horas se van en un suspiro. Una custodia llega a la puerta del salón y grita: “Se termino la visita”. Florence se apura a escribir en la portada del libro de Anne Vigna (“Fábrica de culpables”):
“A México, un país que he aprendido a amar con su gente: yo soy inocente. Quiero que mi voz se escuche. Ya no tengo miedo. Sufro una gran injusticia como muchos de ustedes. No me crean, lean mi expediente y allí encontrarán las pruebas de mi inocencia. Encerraron mi cuerpo más no mi mente y ahora voy a luchar por todos nosotros que sufrimos una injusticia en México. Jamás me callaré. Florence Cassez”.
La visita de EL UNIVERSAL es la última en irse. Florence se despide con un abrazo. Se queda atrás viendo al reportero como camina los 100 metros que lo separan de la salida, cruza cuatro pesadas puertas blancas, con barrotes, pasa por donde en la mañana las internas colocaron los productos que fabrican y se pierde en la salida. La entrevista terminó.
Luis Cárdenas Palomino
Florence toma un par de prendedores para el cabello, con flores blancas y los coloca a cada costado de su frente, se pone los aretes plateados que le regaló su papá, en la mano izquierda el reloj y un anillo que recibió de sus padres, en la derecha el brazalete que dice su nombre y una pulsera… se coloca un dije, plateado, como sus zapatos.
Ya son las 10 de la mañana y se acerca al área de visitas de esta cárcel, donde los custodios y las internas, hasta las que se ven más rudas, se muestran amables con ella. Su mejor amiga dice que la respetan porque ven cómo ha luchado por su inocencia. En prisión aprendió a hablar por completo el español.
Esta mujer, que fue directora en una tienda departamental en Francia, espera a lo lejos, a unos pasos de una puerta con barrotes, junto a una escalera, a una sola visita. Pasan los minutos… va a hablar por teléfono… por un instante cree que las siete horas de ese sábado las pasaría sola.
Quiere hablar aunque sabe que sus palabras recibirán castigo, se declara lista para recibir a todos los periodistas mexicanos, “vengan, pregúntenme, les voy a responder”, piensa primero y luego lo desliza.
De repente le llaman. Entra a la zona de visitas, un salón de unos 40 metros de largo por 25 metros de ancho, tiene largos ventanales que muestran canchas de básquet y voleibol donde comienza a crecer la hierba, las paredes con la pintura desprendiéndose y las rejas. Aún así se alcanza a ver los techos de varias casas cercanas al penal.
Hay una pequeña tienda con reja en una esquina y mesas y sillas de plástico, como las que usan en los botaneros con las leyendas “coca cola” y “sol”. Florence ve a su visita y sonríe. “Café o té”, ofrece de inmediato. En un par de horas el salón se llena y los gritos de un par de niños apagan el murmullo de los demás.
En la mesa Florence recibe un par de cajetillas de cigarros, dos tarjetas telefónicas, una tarta de frutas y un libro, el de la periodista francesa Anne Vigna. Se sienta a un costado de la entrada al salón. Entonces, dice: “quiero que la gente en verdad me conozca”. Han iniciado las siete horas de entrevista.
Desliza su enojo contra la prensa mexicana. Afirma estar contenta de que las personas que la conocen están convencidas de su inocencia. “Sólo tienen mi cuerpo encerrado, mi mente está libre… aquí madure y aprendí, recibo amigos, hago planes, no sé cuándo pero sé que me voy a ir”.
Florence Cassez tiene los ojos azules. A veces pierde la mirada en el horizonte, algunas ocasiones mira con ternura y otras con esperanza… cada vez que defiende su inocencia esos ojos azules se llenan de furia, de dignidad y de lágrimas… solo quiere ser escuchada.
Después de un rato, de explicar las inconsistencias de su caso advierte:
“Ellos, los que me tienen aquí me han dado poder porque me dieron un nombre conocido, ahora siento una gran responsabilidad, tiene sentido mi vida y debo utilizar ese poder a favor de muchos que sufren injusticias en México. No callaré más.
“Lo político se lo dejó al presidente Nicolás Sarkozy, a mis padres y a los diputados de mi país, mis abogados luchan en lo jurídico, creo en el tribunal de La Haya y en la Corte Interamericana… ya no tengo miedo… he decidido dejar atrás el silencio y la pasividad, ahora voy hacia adelante”.
Florence Cassez se ve orgullosa cuando habla de las más de 3 mil cartas que ha recibido de gente que la apoya en México, Francia, Canadá, Argelia, España, Bélgica, Italia, Alemania, Marruecos y Japón. Dice:
“No hay nada seguro, debo vivir aquí y ahora, aquí debo empezar todo lo que debo hacer, ya no quiero pensar por mi sola, casos como el mío hay muchos. Hoy tengo todo el apoyo de mi presidente… si aquellos que me tienen aquí no lo entendieron ni modo… lo que me hicieron a mí lo hacen todos los días”.
- ¿Qué quieres decirle a los mexicanos?, se le pregunta.
- Que se debe ver más allá, que utilicen mi caso para todos los mexicanos que sufren injusticia, lo que me pasó le puede pasar a todos. El pueblo fue engañado. A los políticos les pido que utilicen mi caso para ayudar a los otros. Me dieron poder y lo voy a utilizar.
Cassez advierte las irregularidades que, afirma, hay en su caso.
“Además hay una enorme duda sobre si esas tres personas estaban secuestradas en el rancho. Además me dieron delito de delincuencia organizada, cuando Israel todavía no está sentenciado. Dónde está la delincuencia organizada, la constitución dice que deben ser tres personas como mínimo”.
De vez en cuando se queda callada, recuerda, piensa y luego hace notar que hay una larga serie de contradicciones en las declaraciones de los testigos.
- ¿Qué les dirías a los testigos?
- Que aquí aprendí que la vida da muchas vueltas, que no hagas algo que no te gustaría que te hicieran, no sé cómo pueden dormir con lo que hicieron. Ellos saben que no los traté, que nunca los vi. Vivir con una mentira de ese tamaño no es cualquier cosa. Yo viví un secuestro, esas 20 horas que me tuvo la policía, los entiendo, pero no fui yo quien los dañó.
“Tengo 10 mil preguntas que hacerles. No sé por qué la señora Cristina cambio su declaración… de Ezequiel primero dijo que nunca me vio, que solo un mechón del cabello y las caderas, ¿cómo puede decir que me reconoce? Cuando lo liberaron los policías dijo que le acababan de anestesiar el brazo, ¿quién lo hizo si yo llevaba 20 horas detenida en una camioneta?”.
- ¿Fuiste torturada?
- Luis Cárdenas Palomino me pegó para que dijera lo que él quería a las cámaras, nunca le importó que hubiera medios. Para ese momento ya habían pasado 20 horas desde que me detuvieron. No había dormido, tenía frío, no entendía a lo qué él quería llegar, las groserías que me decía las desconocía.
“Ya en la camioneta, estaba sentada junto a Israel Vallarta, a un lado estaba un AFI. Le dije: Usted me podrá pegar todo lo que quiera pero jamás voy a decir lo que usted quiere”. Levantó el puño y me amenazó. Intervino el policía para que no lo hiciera, yo temblaba muy fuerte, entonces me dio otras bofetadas”.
- ¿Qué pasó en la SIEDO?
- Fue terrible, me desnudaron cinco veces. Nunca había una mujer cerca, me ordenaban: date la vuelta, agáchate y abre las nalgas. Me tomaron las huellas. En un cubículo me dijeron que Israel ya había dicho que yo era la jefa de la banda y la dueña del rancho. Llegaron tres policías y se burlaron de mí.
“Después un hombre llegó a video grabarme. Cinco preguntas:
Nombre, edad, originaria, porque delito vienes, a cuantas personas secuestraste, nunca respondí las últimas, fueron como tres horas, me insultaron porque nunca iba a decir lo que querían”.
“Más tarde una mujer comenzó a teclear, no recuerdo si en una computadora o en una máquina de escribir. Me preguntó que cocinaba, le dije que no sabía, que era Israel era quien cocinaba. Me dio unas hojas y me dijo que las firmara. Eran mis dichos cambiados a su manera y a los cuales agregaron cosas
“Estaba muy cansada, con hambre y sueño, había sido golpeada. Empecé a pedir un café y un cigarro. Me dijeron firma y te los damos. Entonces firme, me arrepiento. Un señor firmó, era mi abogado de oficio que nunca se presentó y también Raúl Julián, el traductor, pese a que se había negado al inicio porque no estuvo presente, pero al ser amenazado firmó. En las celdas vi a Israel ensangrentado a punto de ahogarse con su vomito. Nos obligaron a los dos nuevamente a desnudarnos. Fue humillante”.
Describe el centro de arraigos como un hotel acondicionado, con paredes blancas y una cámara en el centro del techo, un baño y una regadera. Solo salían para desayunar, comer y cenar, con las manos cruzadas en la espalda y con la cabeza abajo, en fila, mujeres y hombres, los escoltaba un grupo de policías federales.
En el comedor no podía hablar con la persona de al lado, ni levantar la cabeza, que comían mientras los vigilaban muchos policías encapuchados.
- ¿Hoy tienes miedo?
- Lo tuve durante mucho tiempo. Hoy estoy dispuesta a todo. Es mi historia, es la verdad, me sentí liberada con mi libro (“A la sombra de mi vida”, “A l’ombre de mi vie”, en francés) ¿Qué pueden hacer, matarme? Prefiero morir de pie que vivir agachada… no me voy a callar.
- ¿Tienes rencor a México?
- Contra México no. Hago una gran diferencia, separo muy bien lo que es el gobierno, la policía y la corrupción, del pueblo, el mexicano es noble, es bueno, aquí descubrí gente maravillosa, el mexicano corta el pan para darte la mitad. Saben bien lo qué pasa en el país, fueron engañados en mi caso con la detención, con el montaje.
- ¿A Israel Vallarta?
- Nunca lo ame, hace tiempo que deje de culparlo de lo que me pasa, lo culpe mucho tiempo.
Se pone seria cuando habla de Eduardo Cuauhtémoc Margolis Sobol, empresario de seguridad que sirvió para el Mosadd israelí, ex socio del hermano de Florence y con quien tuvo un pleito legal por diferencias en un negocio y que también establecía relaciones comerciales con Israel Vallarta, ex novio de Cassez al momento de su detención.
“En el rancho mi cómo movían muebles, llevaron una tarjeta de presentación mía, cuando trabajaba con mi hermano y un policía me dijo: con esto Margolis te va a chingar… después en la SIEDO otro policía me dijo: Margolis te va a chingar.
- ¿Por qué crees que te detuvieron?
- El día 8, cuando me detuvieron por la mañana me dijeron que no tenían nada en contra mía, que yo me iba a trabajar, que sabían que no tenía nada que ver. Pero cambió todo por la madrugada, desde que ve detuvieron me tuvieron cerca del Monumento a la Revolución.
“Como a las cuatro o cinco de la mañana me llevaron al rancho, el cielo estaba negro y se veían muchas estrellas, no había tráfico, entonces me esposaron, empezaron las groserías. Esa pregunta me la he hecho todo este tiempo: ¿por qué estoy aquí?
“Nunca acepté los cargos, en su cara evidencie el montaje mediático de mi detención y puse en ridículo a Genaro García Luna, eso es lo que no me perdonan.
“Además fueron agregando cosas que aparecieron en los medios pero no en el expediente… es un caso político soy un chivo expiatorio… mi caso es una venganza, es para callarme, si me pasa algo se confirmará que tenían algo en contra mía y si hablo sé que algo pueda sucederme”.
- ¿Si tuvieras en frente al presidente Calderón y a Genaro García Luna qué les dirías?
- Separaría a las dos personas. Al presidente Calderón le diría que así como está el Tratado de Estrasburgo y la carta firmada por su puño y por qué no lo aplica y si busca repatriar a mexicanos presos en España y Estados Unidos, cómo quiere que la gente crea en su palabra si no cumple un convenio internacional.
“Al señor García Luna le diría que ¿por qué tanta mala fe? ¿Por qué se ensañan conmigo? ¿Por qué después de ese programa de Denise Mearker cambiaron los testimonios (de los testigos)? El señor García Luna no estaba presente el 9 de diciembre, el que me pegaba era Luis Cárdenas Palomino.
“No sé si Luis Cárdenas Palomino, que es su brazo derecho, le dijo mentiras a García Luna, por qué siguen más casos. Hoy vemos a la señora Luz María Dávila, la mamá de los dos jóvenes que murieron en la matanza de Ciudad Juárez y a Guadalupe Meléndez la madre del presunto homicida, las dos van de la mano gritando injusticia, exigen que dejen de fabricar culpables. Mi caso no es el único”.
Las siete horas se van en un suspiro. Una custodia llega a la puerta del salón y grita: “Se termino la visita”. Florence se apura a escribir en la portada del libro de Anne Vigna (“Fábrica de culpables”):
“A México, un país que he aprendido a amar con su gente: yo soy inocente. Quiero que mi voz se escuche. Ya no tengo miedo. Sufro una gran injusticia como muchos de ustedes. No me crean, lean mi expediente y allí encontrarán las pruebas de mi inocencia. Encerraron mi cuerpo más no mi mente y ahora voy a luchar por todos nosotros que sufrimos una injusticia en México. Jamás me callaré. Florence Cassez”.
La visita de EL UNIVERSAL es la última en irse. Florence se despide con un abrazo. Se queda atrás viendo al reportero como camina los 100 metros que lo separan de la salida, cruza cuatro pesadas puertas blancas, con barrotes, pasa por donde en la mañana las internas colocaron los productos que fabrican y se pierde en la salida. La entrevista terminó.
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