La Caravana por la Paz cruza EEUU / El jefe de policía que lloró con las víctimas

Skorpio 19.08.12 1:19

18 agosto 2012

Cuando la Caravana por la Paz que lidera el poeta Javier Sicilia llegó a Los Ángeles y todas las cámaras se ocupaban de las muestras de apoyo que recibía de algunos miembros de Hollywood, un hombre corpulento menos conocido luchaba por contener sus lágrimas mientras escuchaba a Araceli Magdalena Rodríguez.

Esta madre contaba cómo a su hijo, un policía de Michoacán, le habían pegado un tiro en la cabeza y habían troceado su cuerpo con una sierra mecánica por no querer meterse en el narcotráfico. O al ver a María Herrera, del estado de Puebla, sostener un póster con las fotos de sus cuatro hijos desaparecidos. "Nunca había conocido a los supervivientes de la guerra contra las drogas que hace años creí positiva. Sus historias te desgarran el corazón", dice Stephen Downing emocionado.

Downing no es un estadounidense cualquiera conmovido por la violencia en México, es el ex jefe de la policía de Los Ángeles, un republicano de toda la vida que durante 20 años implementó la política antidrogas dictada por Washington. Y que estuvo al mando de las operaciones especiales, antinarcóticos y contra el crimen organizado en el centro y sur de la ciudad. Según dijo en conversación telefónica con ELMUNDO.es, era la primera vez que miraba cara a cara a los 'daños colaterales' de la que fue 'su' guerra contra la droga.

Este policía retirado forma parte de la ONG LEAP (Law Enforcement Against Prohibition), un colectivo de ex miembros de las fuerzas de seguridad y la judicatura de EEUU que están a favor de la legalización de las drogas.

La LEAP es una de las más de 80 organizaciones que apoyan –con sus convicciones y con su dinero- a la Caravana por la Paz mexicana en su peregrinaje de 9.400 kilómetros por todo el sur de EEUU, un recorrido con el que se quiere visibilizar el drama de la violencia en México y la corresponsabilidad del gobierno estadounidense en ella.

"Me uní a la Caravana porque sus objetivos son los nuestros: terminar con la visión actual de la guerra contra las drogas", explica Downing. Este veterano asegura que cuando EEUU comenzó esta guerra bajo la presidencia de Richard Nixon, él creía en ella pero ahora "todas las estadísticas demuestran que es un error absoluto". "En aquella época en Los Ángeles había dos pequeñas bandas con un centenar de miembros cada una y los narcos para nosotros eran algo lejano. Hoy hay 33.000 bandas en todo EEUU que trabajan para los cárteles con millón y medio de miembros y si no se cambia la política, los narcos empezarán a sacar músculo aquí y los desaparecidos, los colgados en los puentes, los decapitados estarán entre nosotros".

Para evitarlo, cree que el primer paso (que ya se está dando con la marihuana en algunos estados) sería legalizar y controlar el uso de todas las drogas. "Al acabar con el mercado negro, los cárteles no tendrán dinero para comprar armas en EEUU ni se encargarán de la distribución de la droga con lo cual se secarían".

Dolor y catarsis
Stephen Downing estuvo tres días con las víctimas y volverá a unirse a la Caravana en Atlanta, el punto en el que también se incorporará Guadalupe Fernández y su marido.

A falta de unos días para partir, el matrimonio que lleva tres años y siete meses buscando a su hijo, José Antonio Robledo, un ingeniero de 32 años desaparecido en Coahuila en 2009, tiene lista la maleta. En ella no faltan las camisetas con la foto de José Antonio y el lema "¿Dónde está mi hijo?", un cártel en español e inglés, un rosario "para los momentos duros" y multitud de documentos. "Son los papeles de todo lo que hemos hecho para que se pueda comprobar que no vamos a contar mentiras por allá".

Guadalupe y su marido, miembros de un colectivo que agrupa a familiares de desaparecidos (FUUNDEM), llevan meses preparándose para la Caravana y tuvieron que hacer varios talleres de relajación y control de estrés antes de ser aceptados. "Es muy duro contar tu historia una y otra vez y hay gente que no puede soportarlo", explica a ELMUNDO.es. "Pero confiamos en tener fuerza y aunque será doloroso también será catártico después de tantas puertas que se han cerrado en nuestra nariz".

Esta madre ha hecho de su vida un peregrinaje diario de oficina en oficina, recabando pruebas, haciendo el trabajo que las autoridades deberían hacer y sufriendo no sólo sus burlas y desprecios sino también las amenazas directas de miembros de Los Zetas para que cesaran en su intento por saber la verdad. "Cada renglón del acta nos costó lágrimas y en la Procuraduría Estatal nos dejaron claro que el 50% del personal era corrupto y el otro 50% tenía miedo. Luego nos dimos cuenta de que ninguna de las pruebas que llevábamos quedaba en el expediente".

Ahora quiere que todo esto se sepa fuera de México, que EEUU vea sus "lágrimas de dolor pero también de impotencia por tanta corrupción y tanta impunidad". "Desgraciadamente ahora hay miles de desaparecidos, miles de muertos, sin tener que ver con actos ilícitos y eso no se puede quedar escondido bajo la alfombra aunque el gobierno mexicano no quiera ni dar cifras ni hablar de ello".

Visibilizar a estas víctimas, más de 70.000 muertos y 10.000 desaparecidos, según los datos del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (muchos de los cuales son emigrantes que intentan alcanzar su 'sueño americano'), y hablar del comercio ilegal de armas, del lavado de dinero y de los derechos humanos es el gran objetivo de esta Caravana. Salió de San Diego (California) el 12 de agosto y llegará a Washington en una fecha muy señalada: la víspera del 11 de septiembre.

"EEUU tiene que darse cuenta de que detrás de sus adictos, detrás de esta guerra declarada por su gobierno, detrás de sus armas, están nuestros muertos y nuestros desaparecidos", repite el líder del movimiento, Javier Sicilia, en cada ciudad por la que pasa y donde no duda en enfrentarse a firmes enemigos de su causa. Es el caso del sheriff de Maricopa (Arizona), Joe Arpaio, que criminaliza a los inmigrantes que, en muchos casos, llegan a su condado tras ser víctimas del narcotráfico en México.

Pero para lograr que los estadounidenses consideren la violencia al sur de su frontera un problema suyo, "hay que romper la burbuja en la vive nuestra sociedad", dice Downing, "ponerle nombres y caras al dolor". Hay que llorar con las víctimas. "Ojalá el presidente Barack Obama las reciba y tanto él como el candidato republicano Mitt Rommey debatan el tema en esta campaña electoral porque esta realidad no puede ser ignorada por más tiempo".

http://www.elmundo.es/america/2012/08/18/noticias/1345317426.html

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