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Irán, Turquía y el ISIS: las pistas de un nuevo tablero
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Irán, Turquía y el ISIS: las pistas de un nuevo tablero
Irán, Turquía y el ISIS: las pistas de un nuevo tablero
La novedosa decisión de Turquía de combatir al ISIS y hasta prestar una base aérea para que EE.UU. los bombardee conecta con el acuerdo nuclear con Irán que a su vez tiene derivaciones con la crisis ucraniana y el conflicto en el Caucaso.
Son hechos que introducen nuevos factores en un tablero geopolítico de profundos reacomodamientos y en el cual antiguos rivales acaban descubiertos sobre la misma vereda. Un mundo en transformación.
La constatación del profundo rediseño que experimenta el tablero geopolítico en Oriente Medio y Asia Central la acaba de brindar Turquía con su doble decisión de combatir al ISIS y facilitar una de sus bases aéreas -Incirlik- a EE.UU. para bombardear a esa milicia oscurantista en Siria e Irak.
Pese a pertenecer a la OTAN, es la primera vez que el gobierno de Recep Tayyip Erdogan da ese paso cuya ausencia hasta ahora había envuelto a Ankara en multitud de sospechas de colusión con la organización terrorista. Como siluetas en el horizonte aun no totalmente definidas, estos movimientos son los primeros reflejos de la nueva configuración de ese espacio, uno de cuyas consecuciones centrales ha sido el acuerdo nuclear entre Occidente e Irán.
Hay un dato que no está siendo advertido sobre las expectativas de esa inicitiva. Mientras el foco se coloca en los debates en el Capitolio con legisladores republicanos de gesto adusto anticipando su repudio al convenio, un torrente de dirigentes internacionales esta viajando a Teherán para pesquisar negocios. En ese trámite ignoran las protestas de los nacionalistas persas que dominan el Parlamento de ese país que, como el de EE.UU., tiene que dar luz verde al pacto. Arrancó Alemania que no aguardó ni tres días desde la firma en Viena, la sigue Suiza y también están alistados líderes de la Unión Europea.
La India llegó a enviar a su ministro de finanzas Rajiv Mehrishi para negociar con el régimen persa el pago de una deuda de 6,5 mil millones de dolares por energía, congelada debido a las sanciones bancarias. Demasiado apuro o demasiada información. Es claro que buena parte de la dirigencia global descuenta que el acuerdo superará todas las barreras.
La acción de Turquía, que el jueves entró en combate directo por primera vez con el ISIS, puede ser explicada por la presión del integrismo sobre sus fronteras donde ha habido esta semana ataques contra efectivos de ese país.
Y antes que ello un atentado en Suruc, en el borde con Siria que dejó una veintena de muertos. “Ya es tiempo de actuar”, dijo Erdogan ante ese panorama. Pero el movimiento parece más bien parte de una coreografía mayor.
La amenaza del ISIS conecta con otros conflictos que anticipan derivaciones diferentes a las que se vaticinaban antes de la notable détente con Irán.
Si se asume por un momento la teoría de que el grupo yihadista no es la expresión de la guerra santa entre sunnitas y shiítas, sino un “proxy army”, es decir un ejército no reconocido que responde directa o indirectamente a necesidades objetivas de las potencias regionales, su utilidad comenzaría a moderarse con el nuevo escenario. Fue el vicepresidente Joe Biden quien acusó a Turquía y a Arabia Saudita, entre otros jugadores, de promover el crecimiento de esa banda oscurantista que armó su califato en grandes espacios territoriales de Irak y Siria, el patio trasero iraní.
Esas capitales han rechazado esa acusación, y quizá en parte sea cierto. No fueron los fundadores de esa milicia, pero es claro que no hicieron nada hasta ahora para detenerla. Esto es ni localmente, ni por medio de la coalición internacional. Este columnista puede testimoniar la facilidad con que cruzó varias veces, ida y vuelta desde Aleppo, la frontera turca en 2012 o en noviembre pasado desde Kilis.
ISIS, que nació en Irak en 2003, se centralizó en Siria como el principal adversario militar del hombre fuerte de Damasco Bashar Al Assad. Suprimir a ese régimen pro iraní, un objetivo que alentaron tanto Ankara como Riad y gran parte de sus aliados occidentales, significaba recortar la influencia regional de Teherán, aunque el instrumento utilizado para semejante misión se tornara incontrolable.
La cuestión iraní conecta con Siria pero también con Ucrania y la independentista Novorossia. Barack Obama acaba de agradecer el éxito del acuerdo de Viena a su colega Vladimir Putin admitiendo que sin el Kremlin no se lo hubiera logrado. Esa declaración rescató como “alentadora” una llamada telefónica que el líder moscovita hizo a Obama para hablar sobre Siria. La puntualización debería servir para poner las cosas en perspectiva. Para muchos, en ese cruce sobrevoló un canje: de la Casa Blanca, para aliviar las tensiones sobre el problema existencial de Moscú con Ucrania y estimular un estatus especial en Kiev para los territorios pro rusos. Y del Kremlin, para reducir su respaldo a Assad.
Coherente, en aquel comentario, Obama pidió a Irán que ahora resuelva el infierno sirio. Eso significa sin la permanencia de la dinastía. El planteo es complejo porque en el pantanal de Siria, donde el Estado prácticamente se ha disuelto, el ISIS plantó su mayor esfuerzo de combate y hay una multitud de células de toda índole combatiendo ente ellas y contra el régimen.
¿Cómo suturar esa anarquía sin generar un vacío que beneficie al integrismo? Henry Kissinger, quien durante el segundo gobierno de George Bush recomendaba elevar a Irán “de causa a nación” y no a blanco militar como pretendía aquel mandatario republicano, hizo el año pasado una interesante distinción entre el grupo terrorista que consideró “más manejable en un conflicto” que la teocracia persa: “Desde un punto de vista geoestratégico, considero a Irán un problema mayor que el ISIS. El ISIS es un grupo de aventureros con una muy agresiva ideología.
Pero deberían conquistar más y más territorio antes de convertirse en una realidad geoestratégica permanente”. Eso no ha ocurrido.
La pregunta es si la novedosa acción militar de Turquía más la eventual “intervención” iraní, descubiertos ahora en una misma vereda, neutralizará la amenaza terrorista. A tono con la reflexión de Kissinger, es fuerte la opinión de que el poder del ISIS lo ha sido en tanto, por puro oportunismo, nada concluyente se le ha puesto enfrente.
El tablero de estos conflictos conecta, finalmente, también con el Cáucaso. El realineamiento de Turquía con Washington obligará a Azerbaiján, un aliado carnal de Ankara, a bajar la tensión militar con Armenia, a su vez socio histórico de Irán como de Rusia, los mismos que ahora se sonríen con la Casa Blanca.
El electrón suelto en este armado es Israel. La ira contra el acuerdo nuclear con Irán como con la estrategia de contrapesos de Obama, llevó a que el ex canciller Avigdor Lieberman, un connotado halcón, llamara a desplazar al también halcón premier Benjamin Netanyahu.
Su planteo es temible. “El acuerdo es más que un fracaso. Para este tema hay que ser creativo, decisivo, saber tomar decisiones difíciles (Bibi) no tiene nada de eso”, dijo citado por el Yedioth. No es difícil adivinar de lo que habla.
Copyright Clarín, 2015.
La novedosa decisión de Turquía de combatir al ISIS y hasta prestar una base aérea para que EE.UU. los bombardee conecta con el acuerdo nuclear con Irán que a su vez tiene derivaciones con la crisis ucraniana y el conflicto en el Caucaso.
Son hechos que introducen nuevos factores en un tablero geopolítico de profundos reacomodamientos y en el cual antiguos rivales acaban descubiertos sobre la misma vereda. Un mundo en transformación.
- Marcelo Cantelmi
- Clarin.com
- Mundo
- 25/07/15
La constatación del profundo rediseño que experimenta el tablero geopolítico en Oriente Medio y Asia Central la acaba de brindar Turquía con su doble decisión de combatir al ISIS y facilitar una de sus bases aéreas -Incirlik- a EE.UU. para bombardear a esa milicia oscurantista en Siria e Irak.
Pese a pertenecer a la OTAN, es la primera vez que el gobierno de Recep Tayyip Erdogan da ese paso cuya ausencia hasta ahora había envuelto a Ankara en multitud de sospechas de colusión con la organización terrorista. Como siluetas en el horizonte aun no totalmente definidas, estos movimientos son los primeros reflejos de la nueva configuración de ese espacio, uno de cuyas consecuciones centrales ha sido el acuerdo nuclear entre Occidente e Irán.
Hay un dato que no está siendo advertido sobre las expectativas de esa inicitiva. Mientras el foco se coloca en los debates en el Capitolio con legisladores republicanos de gesto adusto anticipando su repudio al convenio, un torrente de dirigentes internacionales esta viajando a Teherán para pesquisar negocios. En ese trámite ignoran las protestas de los nacionalistas persas que dominan el Parlamento de ese país que, como el de EE.UU., tiene que dar luz verde al pacto. Arrancó Alemania que no aguardó ni tres días desde la firma en Viena, la sigue Suiza y también están alistados líderes de la Unión Europea.
La India llegó a enviar a su ministro de finanzas Rajiv Mehrishi para negociar con el régimen persa el pago de una deuda de 6,5 mil millones de dolares por energía, congelada debido a las sanciones bancarias. Demasiado apuro o demasiada información. Es claro que buena parte de la dirigencia global descuenta que el acuerdo superará todas las barreras.
La acción de Turquía, que el jueves entró en combate directo por primera vez con el ISIS, puede ser explicada por la presión del integrismo sobre sus fronteras donde ha habido esta semana ataques contra efectivos de ese país.
Y antes que ello un atentado en Suruc, en el borde con Siria que dejó una veintena de muertos. “Ya es tiempo de actuar”, dijo Erdogan ante ese panorama. Pero el movimiento parece más bien parte de una coreografía mayor.
La amenaza del ISIS conecta con otros conflictos que anticipan derivaciones diferentes a las que se vaticinaban antes de la notable détente con Irán.
Si se asume por un momento la teoría de que el grupo yihadista no es la expresión de la guerra santa entre sunnitas y shiítas, sino un “proxy army”, es decir un ejército no reconocido que responde directa o indirectamente a necesidades objetivas de las potencias regionales, su utilidad comenzaría a moderarse con el nuevo escenario. Fue el vicepresidente Joe Biden quien acusó a Turquía y a Arabia Saudita, entre otros jugadores, de promover el crecimiento de esa banda oscurantista que armó su califato en grandes espacios territoriales de Irak y Siria, el patio trasero iraní.
Esas capitales han rechazado esa acusación, y quizá en parte sea cierto. No fueron los fundadores de esa milicia, pero es claro que no hicieron nada hasta ahora para detenerla. Esto es ni localmente, ni por medio de la coalición internacional. Este columnista puede testimoniar la facilidad con que cruzó varias veces, ida y vuelta desde Aleppo, la frontera turca en 2012 o en noviembre pasado desde Kilis.
ISIS, que nació en Irak en 2003, se centralizó en Siria como el principal adversario militar del hombre fuerte de Damasco Bashar Al Assad. Suprimir a ese régimen pro iraní, un objetivo que alentaron tanto Ankara como Riad y gran parte de sus aliados occidentales, significaba recortar la influencia regional de Teherán, aunque el instrumento utilizado para semejante misión se tornara incontrolable.
La cuestión iraní conecta con Siria pero también con Ucrania y la independentista Novorossia. Barack Obama acaba de agradecer el éxito del acuerdo de Viena a su colega Vladimir Putin admitiendo que sin el Kremlin no se lo hubiera logrado. Esa declaración rescató como “alentadora” una llamada telefónica que el líder moscovita hizo a Obama para hablar sobre Siria. La puntualización debería servir para poner las cosas en perspectiva. Para muchos, en ese cruce sobrevoló un canje: de la Casa Blanca, para aliviar las tensiones sobre el problema existencial de Moscú con Ucrania y estimular un estatus especial en Kiev para los territorios pro rusos. Y del Kremlin, para reducir su respaldo a Assad.
Coherente, en aquel comentario, Obama pidió a Irán que ahora resuelva el infierno sirio. Eso significa sin la permanencia de la dinastía. El planteo es complejo porque en el pantanal de Siria, donde el Estado prácticamente se ha disuelto, el ISIS plantó su mayor esfuerzo de combate y hay una multitud de células de toda índole combatiendo ente ellas y contra el régimen.
¿Cómo suturar esa anarquía sin generar un vacío que beneficie al integrismo? Henry Kissinger, quien durante el segundo gobierno de George Bush recomendaba elevar a Irán “de causa a nación” y no a blanco militar como pretendía aquel mandatario republicano, hizo el año pasado una interesante distinción entre el grupo terrorista que consideró “más manejable en un conflicto” que la teocracia persa: “Desde un punto de vista geoestratégico, considero a Irán un problema mayor que el ISIS. El ISIS es un grupo de aventureros con una muy agresiva ideología.
Pero deberían conquistar más y más territorio antes de convertirse en una realidad geoestratégica permanente”. Eso no ha ocurrido.
La pregunta es si la novedosa acción militar de Turquía más la eventual “intervención” iraní, descubiertos ahora en una misma vereda, neutralizará la amenaza terrorista. A tono con la reflexión de Kissinger, es fuerte la opinión de que el poder del ISIS lo ha sido en tanto, por puro oportunismo, nada concluyente se le ha puesto enfrente.
El tablero de estos conflictos conecta, finalmente, también con el Cáucaso. El realineamiento de Turquía con Washington obligará a Azerbaiján, un aliado carnal de Ankara, a bajar la tensión militar con Armenia, a su vez socio histórico de Irán como de Rusia, los mismos que ahora se sonríen con la Casa Blanca.
El electrón suelto en este armado es Israel. La ira contra el acuerdo nuclear con Irán como con la estrategia de contrapesos de Obama, llevó a que el ex canciller Avigdor Lieberman, un connotado halcón, llamara a desplazar al también halcón premier Benjamin Netanyahu.
Su planteo es temible. “El acuerdo es más que un fracaso. Para este tema hay que ser creativo, decisivo, saber tomar decisiones difíciles (Bibi) no tiene nada de eso”, dijo citado por el Yedioth. No es difícil adivinar de lo que habla.
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